martes, 21 de octubre de 2008

"TEN COMPASIÓN, ESTOY SIEGO"

"Ten compasión, estoy siego" rezaba un cartel en el último cortometraje premiado en Cannes. La mañana se desperezaba entre el ruido del run run de los motores y el bullicio de la gente estrangulando las calles con su prisa. El astro rey asomaba presumido su rostro resplandeciente.
El anciano escuchaba el ritmo de los pasos e intuía el poco éxito de esas letras sobre el cartón. De repente le dio un vuelco el corazón, su sentido más desarrollado comenzó a alimentar las esperanzas de este hombre, oyó unos pasos que se dirigía inequívocamente hacia su presencia. Frenaron en seco. Él enseguida extendió sus brazos y comenzó a palpar las pantorrillas de esa misteriosa persona que guardaba silencio frente al anciano. Con movimientos suaves pero bien decidida esa persona sin voz se apartó del vasito donde depositaban los viandantes la limosna.
Del bolsillo de su americana apareció una pluma y cogió el cartel y lo sostuvo unos segundos entre sus manos. Observó al anciano con gesto tierno y dándole la vuelta al cartón anotó una frase en el reverso. Dejó el cartel en el mismo lugar de manera que no se pudiese leer la anterior frase sino la que escribió con su pluma. Volvió a mirar al hombre recostado en el suelo, sonrió con gesto cariñoso y continuó su camino dejando atrás la plaza. Justo después pasaron dos muchachas presurosas, parecían volver de hacer footing, echaron un ojo al anciano y cuando estaban ya para continuar su carrera frenaron en seco, se rascaron el bolsillo y dejaron caer cuatro monedas sobre el vasito de la limosna. El sonido del dinero cayendo sobre el vasito era la mejor sinfonía que podía escuchar nuestro anciano. Así fueron acercándose paulatinamente y a lo largo de toda la mañana muchísimas personas que transitaban por la plaza. Al filo del mediodía "la persona de la pluma" repitió con parsimonia los mismos movimientos, pero justo cuando estaba a la altura del anciano, éste hizo intento de levantarse del suelo, con mirada agradecida y el corazón latiendo de emoción le susurró: "¿qué puso en el cartel para que tantas monedas dejasen caer la gente en mi vasito? ¿cómo puedo haber obtenido hoy tanta limosna?.
El desconocido se agachó un poquito, bajo el cuello al nivel del rostro del anciano y respondió:
"Lo mismo que usted tenía pero con otras palabras".

Muchas veces, la mayoría diría yo, no sabemos encontrar las palabras necesarias, no solamente para los demás, sino para nosotros mismos, para valorar y comprender que nuestra vida puede ser infinitamente feliz si no nos cegamos poniendo cartelitos negativos en nuestra mirada.

Si queréis ver el cortometraje de la historia y el final visitad esta página http://historiadeunletrero.com/ merece mucho la pena.

1 comentario:

Agrol dijo...

Jacinto, te dije que entraria, y aqui estoy, muy chula la historia, y el corto, aunque personalmente me gustó más leerla que verla.
Un abrazo y nos vemos pronto

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