viernes, 10 de junio de 2011

¿LO VES? YA TE LO HABÍA DICHO...

Venga, es momento de admitirlo. Todos hemos dicho como mínimo una vez en la vida: “¿Lo ves? Ya te lo había dicho”. Es más, hemos disfrutado al decirlo. Mala cosa

Aquí trato de simplificar mi vida, y una de las cosas que he aprendido es que no sólo tengo que trabajar sobre lo que sucede en mi entorno -de fuera hacia dentro-, sino también sobre mi impacto e influencia en el entorno -de dentro hacia fuera-. Si quiero una vida sencilla, también tengo que hacérsela más fácil a los demás. Todo lo que hago representa un viaje de ida y vuelta. En este caso, ante tal afirmación, me veo obligado a reflexionar desde dos puntos de vista:

1. Cuando me dicen “¿Lo ves? Ya te lo había dicho”
A ver, ya lo sé, ya me lo habías dicho. ¿Y qué?

Es muy común, sobre todo de niño/adolescente y a veces de adulto, tener como mínimo una persona alrededor -el papá, la mamá, el profe, el hermano mayor, el amigo, el jefe, etc.- que te esté avisando permanentemente de los “peligros de la vida” -uh, qué miedo-, acompañando su consejo con el posterior “ya te lo había dicho” siempre que te equivocas.

Siendo práctico. ¿De qué sirve añadir la coletilla? En el siguiente punto, el 2, entenderás mejor el porqué aplicar el siguiente consejo, cuando veas lo que estás haciendo al ser tú quien da la puntilla. De momento iré al grano.

Coge al personaje, teniendo en cuenta que seguramente no lo hace con mala intención y que te quiere muchísimo, y habla cariñosamente con él -o ella-. Siéntale y siéntate. Pídele por favor que no vuelva a hacerlo, por un motivo muy simple: no te ayuda en nada. Si lo que quiere es apoyarte después de un error o un fracaso, tiene infinidad de opciones mucho mejores que soltarte el “ya te lo había dicho”. Una vez se lo hayas pedido, si quieres le explicas lo que te explicaré yo ahora.
2. Cuando yo digo “¿Lo ves? Ya te lo había dicho”
¿Qué pretendo? Sí, puede ser que cuando alguien me pidió consejo -o no, entrometiéndome- yo acertara en mi predicción. Entonces, ¿me merezco una medalla? Vamos a ser sinceros y reconocer que alguna vez, aunque sea por un brevísimo instante, me he sentido orgulloso de poder decir “ya te lo había dicho”. Sin embargo, ¿me he parado a pensar qué ha sucedido para llegar a ese punto? Pues que probablemente quien me pidió consejo ha fracasado y no vive su mejor momento, aunque yo acertara.

¿Qué es más importante? ¿Auto-otorgarme el premio al vidente del año? ¿O tal vez ofrecer el apoyo que ahora necesita mi amigo, hermano, hijo,…? Es muy chulo ser un iluminado, acertar en las predicciones y que la gente te diga “es verdad, tenías razón”, con cara de resignación o incluso de sumisión. Y a ti se te hincha el ego.

Sin embargo, también es peligroso. Puedes sentir tanto placer que se puede convertir en un vicio tan grande y que desees con tanta fuerza que, al dar tus consejos de visionario, ya estés esperando el fracaso, para después volver a colgarte la chapita del “¿lo ves? Ya te lo había dicho”. Creeme, cuando alguien tiene la costumbre de decirlo, seguramente de manera inconsciente ya lo estaba pensando en el momento del consejo. Tú también. Yo también.

Al ofrecer mi consejo, antes del “ya te lo había dicho”, teóricamente mi intención es ayudar a aquella persona dándole mi opinión, contemplando una posibilidad que ella puede haber pasado por alto o complementando su información con mi experiencia. Y en todo momento debo limitarme a eso: aconsejar con sinceridad y esperar lo mejor para la otra persona, aunque vaya a hacer todo lo contrario de lo que yo haría. Nada más.

Bueno sí, algo más. Olvidarme del “ya te lo había dicho”. ¿Qué hacer con él?

Coge al personaje, es decir, a ti mismo, teniendo en cuenta que seguramente no lo haces con mala intención, y habla cariñosamente contigo mismo. Siéntate. Pídete por favor “no vuelvas a hacerlo”, por un motivo muy simple: no ayudas en nada. Si lo que quieres es apoyar a alguien después de un error o un fracaso, tienes infinidad de opciones mucho mejores que soltarle el “ya te lo había dicho”.

Al hacerlo, además de actuar de manera egoísta con tal de sentirte el más sabio y que el mundo así te reconozca, lo único que haces es hundir más a la otra persona, provocando su arrepentimiento, alimentando aún más sus miedos y dudas y limitando sus posibilidades de éxito de cara al futuro, cuando en realidad arriesgarse fue lo mejor que hizo, aunque fuera para equivocarse, fracasar y aprender.

Y sobre todo, durante tus consejos ni pensar en el posible futuro “ya te lo había dicho”. Con tus pensamientos estás visualizando e influyendo directamente sobre el futuro de aquella persona, así que si le tienes algo de estima deséale siempre lo mejor, pero sin decidir qué es lo mejor. Eso lo decidirá la vida, no tú.

by Robert Sánchez.

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