Después de un viaje uno valora más su tierra, su tiempo, su historia, su gastronomía. Valora el nacimiento y la cadencia cotidiana de sus latidos. En cada segundo se pasean mil recuerdos mientras estás ausente de tu ciudad y miras al mar hacia el horizonte infinito. El sol acaricia tu rostro lentamente. Se vienen a la cabeza todos los momentos vividos. Buceas en el pasado, echas anclas en el presente y avistas el futuro de tu vida. Disfrutas de la apacible presencia de tu soledad recostada en tu pecho bajo la brisa. En ese instante, una mano compañera sujeta la tuya y tras ella una sonrisa. Unos labios que despiertan mis sentidos. Me ayuda a volver, a saborear lo conocido. A seguir trabajando por mejorar, por aprender más y por ser mejor persona cada día porque la formación debe ser continua, se hace camino al andar...caminante no hay camino.
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